El Anolis homolechis vive en la provincia de Pinar del Río, pero también es frecuente encontrarlo en cualquier otro punto de nuestro país, un reptil que prefiere pasar la mayor tiempo en la parte baja de los troncos.
Esta especie tiene una característica muy particular que la hace única entre el resto de las lagartijas: tiene un pliegue gular de color blanco, de un tamaño enorme cuando se le compara con el resto del cuerpo.
Otra de sus diferencias bien notables es la presencia de una cresta de piel sobre la cola, típica de los machos adultos, que junto al color negro que suele adoptar, lo convierten en un lagarto vistoso y elegante.
Se trata de una especie muy activa, tanto en el horario de la mañana como en el de la tarde, y para cambiarse de uno a otro tronco, lo hace por tierra, deteniéndose brevemente y enseñando ostentosamente el pliegue gular.
Es común en patios y jardines, tanto en áreas urbanas como rurales, y con mucha frecuencia utiliza las matas bajas de coco como el lugar ideal donde depositar su único huevo, no mucho más grande que un grano de frijol.
Tienen una conducta hasta cierto punto simpática, consistente la misma en hacer “planchitas”, una detrás de la otra, flexionando continuamente las patas delanteras, a la par que despliegan el enorme pañuelo o pliegue gular.
Con lo anterior intentan hacerse notar, advertir a potenciales intrusos de su presencia, en otras palabras, con ese tipo de ritual están diciendo al resto de sus congéneres que con ellos hay que contar y si es necesario hasta pelear.
Los que aparecen en la foto tienen entre 12 y 15 centímetros de longitud y fueron captados con una cámara digital compacta de 18 X, valor que permite acercarlos lo suficiente, sin el temor de asustarlos y que huyan.
En la naturaleza todas las especie tienen su propia razón de ser y los lagartos no son la excepción, se alimentan de insectos, que en caso de no tener este enemigo natural, hoy serían una costosa plaga para los hombres.
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