martes, 1 de julio de 2014

Un amor inmortal


Hace muchos años, allá en el parque de Candelaria,  muy niño yo cuando aquello, descubrí una estatua de bronce que representaba la figura de una joven madre cargando en los brazos a su pequeño hijo.

Sin embargo, no fue la escultura en sí misma lo que más me llamó la atención, sino las palabras escritas en la base del pedestal y que decían: “Las madres mueren para el mundo, para sus hijos no”.

Muy lejos estaba de imaginar en aquellos tiempos de correrías, que iba a pasar junto con mis hermanos por el difícil trance de ver  morir a mi mamá cuando nosotros aún no habíamos madurado lo suficiente.

A partir de esa desafortunada experiencia --no existen palabras para poderla describir--, siempre quedé prendido a la ya mencionada frase hasta que un buen día tuve la suerte de conocer quien fue el autor de la misma.

Se trataba del poeta santiaguero Diego Vicente Tejera, un hombre que nace el 20 de noviembre de 1848, quien además de distinguido patriota, se hace notar como periodista, ensayista, y crítico literario.

Existen numerosas síntesis biográficas de este poeta, y en ellas se afirma que muere el 6 de noviembre de 1903, a los cincuenta y cinco años de edad, víctima de una incurable enfermedad.

De Diego Vicente Tejera se pudiera decir mucho más, que recorrió medio mundo, que conoció a José Martí, que peleó por la libertad de Venezuela, y que apoyó la fundación del Primer Partido Socialista Cubano.

Ahora bien, todo hace indicar que la inmortalidad de Diego Vicente Tejera, se debe a uno de sus poemas, en este caso, el que ya mencionamos que dedica a las madres y que tiene por título A ti.

Desafortunadamente no he podido encontrar elementos que expliquen las circunstancias en que el poema fue escrito, pero es de suponer que la fuente para su inspiración haya sido la muerte de la madre del poeta.

Apunto que lo más notable en estos versos son sin duda alguna las estrofas finales, en las cuales, con pocas, pero sí con muy sentidas palabras se hace valer la inmortalidad por el amor materno.
 
A ti

Por Diego Vicente Tejera (Santiago de Cuba, 1848-1903)

¿Has muerto? No: la muerte tras sí lleva el olvido,
¡Y aun te recuerdo yo!
La muerte, dulce madre, tu forma ha destruido;
Pero tu imagen no.

Más ¡ah! si tú en mi espíritu no has muerto todavía,
Mañana ¿vivirás?
¡Oh, sí¡ ¡Mientras respire lo juro, madre mía!
No has de morir jamás.

¡Jamás! Aunque el destino te doblegó en mal hora,
Fue vano su rigor:
Mi gloria un tiempo fuiste: serás mi culto ahora:
¡Tú siempre eres mi amor!

Contigo en todas partes, contigo noche y día
Me sentirás vivir;
¡Que en tanto que yo aliente lo sabes, madre mía!
No puedes tú morir.

Y aun vivirás conmigo cuando mi sien no lata:
Que iré á buscarte en Dios,
Y el rayo de su gloria, que ardiente te arrebata.
Será para los dos.

No importa que hoy pregunte con afligido acento:
Mi madre ¿en dónde está?
No importa que mis lágrimas respondan al momento:
¡Mi madre ha muerto ya!

Para adorarla siempre, del pecho en lo profundo
Tu imagen llevo yo:
Las madres, madre mía, se mueren para el mundo...
¡Para sus hijos: no!
 

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